lunes, 26 de mayo de 2025

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Crecimiento, transformación y las almas que nos acompañan

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Nunca imaginé que anhelar el crecimiento —que desear con todo el corazón ver cumplidos mis anhelos más profundos— implicaría también tanta pérdida. Nunca pensé que armonizar con lo espiritual, alinearme con lo que verdaderamente soy y cumplir con lo que vine a hacer en esta vida, requeriría no solo mi transformación… sino también la de quienes amo.


Porque no se puede sostener un nivel más elevado si las personas a tu alrededor no están listas para sostenerlo contigo. Y no me refiero a un nivel material, ni a tener más cosas, ni a alcanzar metas externas. Hablo de un nivel superior de conciencia. Un nivel de armonía real, de crecimiento integral, de esa felicidad plena que no depende de nada, que no se agota, que no tiene condiciones.


Esa felicidad que solo llega después de la oscuridad, después del caos, después del duelo. Después de tantas noches de preguntas sin respuestas. Después de injusticias, de pérdidas, de silencios prolongados… entonces, solo entonces, aparece la verdad de lo que significa estar en paz.


Una paz profunda y serena, que abarca todo: La familia, la pareja, la espiritualidad, Dios, el universo, los animales, la tierra, el alma.


Pero para llegar ahí, debemos estar preparados. Y quienes comparten nuestra vida —nuestra pareja, nuestros amigos, nuestros vínculos— también deben estar dispuestos a cruzar ese umbral. Porque no hay plenitud verdadera si no hay transformación. No puede haber unidad en el amor si una parte se queda atrás.


Por eso, a veces, el universo no nos da lo que queremos… sino lo que necesitamos para llegar a esa plenitud.

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