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viernes, 24 de octubre de 2025

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Del Apis Egipcio al Serapis y la Crisis de la Conexión con lo Divino

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Estoy escribiendo una publicación sobre "Cómo la Idolatría Fácil Surge al Perder la Conexión con lo Divino" y en medio de la investigación relacionada a ese escrito noté que tenía en mi cabeza demasiada información que sirve de contexto para entender mucho mejor el tema que estoy tratando. Por ende este articulo será corto y conciso y sirve de introducción al siguiente 😉


La elección del becerro de oro por los israelitas, narrada en el Tanaj, es mucho más que un simple episodio de idolatría. Refleja una profunda crisis espiritual: al perder la conexión con lo divino ―el Dios invisible y trascendente presentado por Moisés― los israelitas recurrieron a imágenes familiares de su pasado, especialmente al potente simbolismo egipcio del toro sagrado Apis.

Del Apis Egipcio al Serapis y la Crisis de la Conexión con lo Divino

Del Apis Egipcio al Serapis y la Crisis de la Conexión con lo Divino

El Toro de oro: Del Apis Egipcio al Serapis y la Crisis de la Conexión con lo Divino



¿Por qué un toro? El peso de Apis en la memoria colectiva de los israelitas

Los israelitas vivieron siglos en Egipto, donde Apis era adorado como la encarnación terrenal de Ptah y luego de Osiris, y representaba fertilidad, fuerza y la legitimidad del poder real. En Egipto, el toro Apis era objeto de grandes procesiones y rituales, custodiado como símbolo de prosperidad y contacto directo con lo sagrado. Así, al encontrarse en el desierto y sentir la ausencia tangible de lo divino, recurrieron a la representación material que conocían como portadora de poder y protección. El becerro de oro no fue una invención azarosa sino una vuelta a estructuras religiosas conocidas; “construyeron” una imagen de lo divino que les diera seguridad, aunque fuera ajena a la revelación monoteísta.



De Apis a Serapis: Sincretismo y repercusión en el mundo antiguo

La evolución del culto a Apis refleja cómo las religiones antiguas intercambiaban símbolos y deidades para responder a las necesidades religiosas y políticas de nuevas épocas. Tras la conquista griega de Egipto, los Ptolomeos promovieron la figura de Serapis, una deidad sincrética que unía elementos de Apis, Osiris, Hades y Zeus. El objetivo era crear un culto común para griegos y egipcios en Alejandría, consolidando así su poder y construyendo puentes culturales. Serapis representaba la fertilidad, la vida después de la muerte y la protección sobre la ciudad, conectando a través de su imagen la mística egipcia y la filosofía griega.

El culto a Serapis se difundió por todo el mundo helenístico y romano, impregnando la cultura esotérica y religiosa del Mediterráneo. Llegó a tener templos prominentes, siendo el más importante el Serapeum de Alejandría.


El Serapeum, la Biblioteca de Alejandría y el final de la Antigüedad

El Serapeum de Alejandría no solo fue un gran santuario dedicado a Serapis sino también un centro cultural asociado a la famosa Biblioteca de Alejandría. Allí se desarrolló una intensa actividad intelectual, ligada a figuras como Téon y su hija Hipatia, destacada matemática y filósofa neoplatónica.

La destrucción del Serapeum, en el año 391 d.C., fue un acto de violencia impulsado por religiosas cristianas apoyadas por Cirilo de Alejandría, en un contexto de creciente conflicto religioso. Este evento marcó simbólicamente el fin de la antigua sabiduría pagana y del ambiente intelectual que hizo de Alejandría un puente entre oriente y occidente, tradición y filosofía. La muerte de Hipatia, pocas décadas después, se convirtió en emblema de la resistencia del pensamiento clásico ante el avance de la intolerancia religiosa y la oscuridad de la Antigüedad tardía.


Reflexión final

La historia del becerro de oro, Apis, Serapis y la destrucción del Serapeum ilustra cómo, al perderse la conexión con lo divino o con los principios espirituales abstractos, las sociedades tienden a buscar sustitutos tangibles ― imágenes, ídolos, sistemas cerrados de creencias. El viaje del toro sagrado desde el Egipto faraónico hasta la Alejandría helenística y su violento final simboliza la tensión eterna entre las expresiones materiales de la fe y la búsqueda de lo trascendente.


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