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miércoles, 28 de mayo de 2025

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Lo invisible que también es real o el día que toqué lo inmaterial - Parte II

Sin pertenecer a ninguna religión, corriente espiritual o filosófica, sin seguir dogmas ni formar parte de ningún grupo...
Fue en la intimidad de mi hogar, en el silencio cotidiano, donde comenzó mi búsqueda. Una búsqueda sincera, humilde, por respuestas a esas preguntas eternas que todos hemos formulado alguna vez:


¿Cuál es nuestro propósito? ¿Qué vinimos a hacer aquí? ¿Existe un plan? ¿Y si lo hay… cuál es?


Así llegó la primera de muchas manifestaciones. Un susurro. Una certeza silenciosa.
La certeza de que lo espiritual existe. Y con ella, una espiral de cambios, transformaciones y decisiones —algunas conscientes, otras no tanto— que fueron guiando mi vida sin que lo notara del todo.


Porque a veces vivimos en automático.
Cumplimos rutinas, nos aferramos a estructuras... sin saber que incluso esos actos cotidianos están cargados de un poder invisible, uno que moldea no solo nuestra vida, sino también la de quienes nos rodean.


No pedí riquezas ni cosas materiales.
Pedí crecer.
Pedí sabiduría.
Pedí conexión.
Pedí comprender el propósito, pedí alimentar mi espíritu, alinearme con lo que debo ser, con lo que vine a hacer. Pedí luz, armonía, guía. Y lo pedí con fe. Sin ego. Con amor.


Lo que nunca imaginé… es que toda mi vida ha sido preparación.
Preparación silenciosa para este momento.
Un momento de redención, de claridad, de despertar.

¿Cuáles son las probabilidades?

Y sin embargo, mi alma lo sabía.
Esa voz interna —a la que llamamos conciencia— siempre me ha susurrado con firmeza, incluso en el caos:
"Este es el camino."


No el camino correcto según la sociedad.
No el camino que aprueba un país, una religión, un grupo.
Sino el correcto según mi verdad interior.


Esa verdad que nace de mis valores, mis vivencias, mi ética.
De lo que he sentido profundamente desde siempre.


Por eso hago lo que hago.
Porque sé, desde dentro, que es lo que debo hacer.
No por alcanzar metas personales.
Sino porque es lo que corresponde al alma.
Porque es la única forma de vivir que conozco: desde el interior real.

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Lo invisible que también es real o el día que toqué lo inmaterial - Parte I

No sé ni cómo empezar esto…


A veces pasamos la vida deseando, pidiendo con fervor una señal. Un gesto sutil, una manifestación. Algo que nos confirme que hay algo más allá de este plano físico, más allá de esta vida de formas, relojes y materia.


Un vistazo, aunque sea breve, al mundo que no se ve.
Un roce del universo onírico.
Un instante del plano espiritual.


Ese lugar que trasciende las leyes materiales que nos rigen. El mismo que ha sido nombrado por corrientes filosóficas, religiones y culturas desde tiempos inmemoriales. El que casi todos —crean o no—, de alguna manera, perciben o intuyen.


Incluso los más escépticos, incluso quienes se burlan, llevan dentro una duda curiosa, una inquietud que a veces se despierta en el silencio, o en el dolor, o en la belleza inexplicable de algo. Algunos exploran ese misterio desde la meditación profunda, desde disciplinas físicas, desde el arte, la respiración, o incluso desde experiencias químicas.

Los métodos son muchos.
Y no me atrevo a llamarlos correctos o incorrectos. Creo que en la diversidad no debe existir el juicio de “bien” o “mal” a menos que exista una intención dañina detrás. Pero ese es otro tema…


Lo que quiero decir es esto:


Tardé 33 años en tener un vistazo real.
Un vistazo tangible, claro, replicable.
Una experiencia que, dentro de lo que es mi verdad, solo puedo llamar verdad absoluta.


No fue un sueño.
No fue una alucinación.
No fue imaginación.


Fue un instante que lo cambió todo, porque me mostró que ese otro mundo… existe.

viernes, 23 de mayo de 2025

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'En sus procesos y sus cosas'

No entiendo cómo, mientras yo me desgarro con la sola idea de perderte —de que eres irremplazable—, tú pareces haberme rebajado a la categoría de “conocido: responder en algún momento”.


¿De verdad fue tan fácil para ti desechar todo lo que construimos en estos años… en apenas unos días? ¿Cómo lo haces? ¿Por qué renunciaste a nosotros tan fácilmente? ¿Por qué se siente como si, al irte, te hubieras liberado de una prisión? ¿Es eso lo que significa “elegir ser el aprendizaje”?


Siento que este proceso me está llevando a un lugar al que no he vuelto en años… un sitio que sólo se alcanza cruzando el umbral del dolor. Y aún así, si me preguntas, te elijo.


Te quiero.


La pregunta es: ¿qué responderías tú si estuvieras en mi lugar? ¿Sería yo tu elección? ¿Sería yo suficiente? ¿Te bastaría con mi atención, con mi entrega?


Me dices que no te espere, que estás en lo tuyo. Y yo... yo lamento ser tan chapado a la antigua, tan torpe para pasar la página. Lamento que me cueste la vida soltar todo lo que fuimos, todo lo que vibra aún en este apartamento cada día.


No, unos cuantos días no bastan para mí. No puedo fingir dureza ni actuar con indiferencia, cuando lo único que deseo es tenerte entre mis brazos, cada noche. Pero supongo que la vida —y el camino— son así.


Hay cosas que simplemente no podemos controlar. Yo no controlo lo que siento. Tú no controlas ser como eres.


Cruzo los dedos por una epifanía. Por que veas con claridad lo que está pasando. Que entiendas que estoy apostando todo… pero que sólo puedo esperarte a mitad del camino..

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¿Por qué así?

No entiendo cómo puede parecer tan fácil rendirse ante lo que soy, ante lo que te ofrezco, ante mi amor. Tal vez es solo mi percepción, desde esta orilla rota en la que me encuentro, pero siento las sutilezas… Esa aceptación inmediata ante la posibilidad de perderlo todo, como si no valiera la pena luchar, como si no importara.


Siento la derrota susurrando en cada gesto, en cada ausencia de lo que se hace por amor cuando el amor aún arde. Veo un vacío inmenso cuando imagino un futuro sin ti. Cada vez que entro a casa y está vacía, solo puedo pensar en ti. Y mientras yo revivo momentos, errores, decisiones… mientras mi pecho se aprieta con cada recuerdo, tú sigues adelante, sobreviviendo. Pensando en el próximo paso, la próxima distracción, el próximo silencio al que aferrarte.


Esa es nuestra gran diferencia, amor mío. Yo me desangro intentando escapar de la oscuridad que dejó tu ausencia, y tú eliges olvidar. Ignorar los años compartidos, las promesas, las batallas vencidas juntos. No por falta de amor, lo sé… sino por miedo. Por ese instinto de supervivencia que te impide mirar atrás.


Y qué duro es saber que pronto vendrán las voces ajenas a decir que "actuas como si no lo hubieras querido"… cuando tú y yo sabemos que, en lo más profundo, tu alma grita lo contrario. Siempre lo dije y lo diré, bby: las acciones valen más que las palabras.


¿Qué tan profundo es tu amor?

miércoles, 21 de mayo de 2025

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Reflexión de un estoico

El universo tiene formas misteriosas de hablarnos...


Lo hace en silencio, con movimientos sutiles, casi imperceptibles, como si supiera que las respuestas más importantes no se gritan, se susurran al corazón en los momentos más inesperados.

A veces nos desesperamos intentando encontrar sentido a las acciones —o ausencias— de quienes nos rodean. Queremos entender, buscamos razones, excusas, algo que nos dé paz. Pero olvidamos que, a veces, la verdad es mucho más simple de lo que queremos aceptar.

El estoicismo lo dice sin rodeos:
"La mejor forma de conocer la filosofía de una persona no es por lo que dice, sino por cómo se comporta."

Y así, tan sencillo y brutal como eso, nos enfrentamos a la realidad. Nuestra mente repite escenas, palabras no dichas, gestos que duelen, intentando armar un rompecabezas que tal vez no tenga piezas. Pero las acciones… ellas no mienten. Ellas revelan lo que alguien lleva dentro...

Curiosamente, sin saberlo, he vivido así toda mi vida: observando, sintiendo en silencio, descifrando verdades que otros prefieren callar. Y aunque entenderlo me da claridad, estar en paz con ello... es un desafío mucho más profundo.

Entonces, ¿qué nos queda?
Mirar al dolor de frente, con la valentía que nace del amor propio.
Aceptar lo que es.
Y en medio del caos, buscar dentro de nosotros esa serenidad que no depende de nadie más.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

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Mi eterno conflicto con la relatividad del tiempo

(Extraído de notarandom)

La percepción del tiempo ha sido un tema muy curioso y llamativo para mi. Mientras crecía tenía la "sensación" de que el tiempo tenía un comportamiento extraño, que algunos momentos duraban mucho más que otros y que lo que era largo para mi era corto para el resto. Es una consecuencia de vivir dicen algunos, que a medida de que vas obteniendo experiencia ciertas cosas pierden la magia de la primera vez y que los deberes y obligaciones vuelven tediosos ciertos espacios.
Puede que tengan razón y estoy seguro de que todos hemos experimentado esa relatividad agobiadora del tiempo ya sea trabajando, estudiando o simplemente esperando en soledad; el tiempo pareciera volverse lento. Es quizás por eso que puedo pasar 12 horas frente a un buen videojuego sin cansarme, pero las 9 horas y media que paso en la oficina son mucho más agotadoras y eternas.

(Extraído de twitter)
Curiosamente siempre que pienso en la relatividad del tiempo se me viene a la cabeza la misma escena:

Cuando tengo la certeza de que la veré, la espera se vuelve eterna. Todo pareciera perder importancia, el corazón se acelera y la emoción se incrementa a cada minuto en que se acerca el momento del encuentro. Cuando finalmente estoy junto a ella el tiempo pasa volando, no importa cuantos minutos pasen siempre siento que solo fue un instante y sigue faltando más tiempo para compartir mucho de lo que llevo adentro.

Que difícil conflicto con el tiempo y su relatividad a conveniencia...